En una entrevista reciente, el poeta Luis Alberto de Cuenca afirmó que sus épocas más prolíficas han sido siempre las más tristes. «La felicidad no vende«, dijo en un tono entre irónico y sentencioso.
Es esta un creencia muy extendida entre los artistas. Nada como una crisis sentimental para que sus obras sean más expresivas, más profundas, mejores. Es como si las musas, seres algo polémicos, huyesen ante la felicidad, y solo quisiesen congregarse junto a los tristes y deprimidos.
Dejando de lado la valentía que escribir penas supone (el autor no solo expone su obra, algo para lo cual hay que reunir cierto valor, sino que también muestra al mundo sus miserias más íntimas), inmediatamente surge la pregunta. ¿Por qué? ¿Es que acaso la tristeza es un sentimiento más fuerte que la alegría? ¿No se tiene en los momentos de felicidad la necesidad de gritar a todos lo bien que uno se siente?
Obviamente, no tengo la respuesta. Quizás nos sea más fácil empatizar con una persona triste (ojalá la alegría se propagase tan rápidamente como la pena). Quizás, expresar el dolor propio sea más necesario que opcional. O quizás, simplemente, nos cueste defender la alegría.
Un lector
Susana, disfruto leyéndote, considero que tienes un estilo particular, diferente y adictivo. Me resulta interesante la cuestión que te / nos planteas. Gracias por salirte de tus temáticas habituales y regalarnos este texto.
Las musas siempre están contigo, estés triste o feliz. ¡Enhorabuena!
Susana Viñuela
¡Muchas gracias! Comentarios como el tuyo me animan a seguir escribiendo. :)